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¿De Dónde Viene Nuestra Ética? Herencia, Conformismo o Convicciones – Junio 2025

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Un hombre con traje luce pensativo, atrapado entre dos versiones de sí mismo: una con traje formal gritándole, y otra con ropa informal ofreciéndole apoyo.

En contextos de crisis, bajo presión social o frente a dilemas profesionales, nuestra brújula moral a veces parece tambalearse. Lo que antes considerábamos “inaceptable” se vuelve “comprensible”. Y lo que creíamos “justo” choca a menudo con la complejidad de la realidad. Esta oscilación plantea una pregunta: ¿nuestra ética es una herencia fija o una materia maleable, moldeada por la experiencia y la afirmación de uno mismo?

Herencia ética y presión del contexto

Cada uno de nosotros crece dentro de un sistema de valores: familia, escuela, cultura, religión. Todas estas influencias trazan los contornos iniciales de nuestro sentido moral. Al principio, estos referentes nos parecen inmutables. Pero al entrar en la vida profesional, se enfrentan a otras lógicas: rendimiento, jerarquía, compromisos, urgencias. La ética deja entonces de ser teoría para convertirse en práctica. Y como toda práctica, se adapta a las circunstancias (contextos, culturas, épocas). Lo que se considera ético en Francia puede no serlo en otro país. Lo que parecía moral hace un siglo hoy puede resultar escandaloso.

El experimento de Milgram ilustra el poder del contexto sobre el comportamiento moral. Personas comunes, creyendo participar en un estudio sobre la memoria, aceptaron aplicar descargas eléctricas potencialmente mortales a un desconocido, simplemente porque una figura de autoridad se lo ordenó. Este escalofriante experimento no demuestra que los participantes fueran inmorales. Más bien muestra que, bajo ciertas condiciones —marco científico, presión de la autoridad, responsabilidad diluida—, los principios personales pueden ser anulados. Milgram reveló una verdad inquietante: nuestra ética no es tan estable como creemos. Depende del contexto, de las relaciones de poder y del sentido de responsabilidad.

Elecciones, rupturas e influencias inspiradoras

Si bien el contexto influye en nuestras decisiones, no las determina por completo. Algunas personas trazan su propio camino: denunciando, desobedeciendo, afirmando sus valores a pesar de los riesgos. Este proceso a menudo implica rupturas: agotamiento, injusticia, pérdida de sentido. Pero también influencia: mentores, figuras éticas, líderes visionarios. En este sentido, la trayectoria controvertida de Elon Musk resulta reveladora: encarna una ética personal radical basada en la innovación, una misión y la ruptura de normas establecidas. Al influenciar a una nueva generación de emprendedores, demuestra que una ética singular puede modelar prácticas colectivas.

Inteligencia Artificial (IA): ¿Espejo o transferencia de responsabilidad?

El auge de la IA nos plantea un nuevo desafío ético: ¿podemos delegar decisiones a las máquinas sin renunciar a nuestra responsabilidad moral? Detrás de la aparente neutralidad de los algoritmos se esconden nuestros propios sesgos humanos, a menudo invisibles. El peligro: dejar de cuestionar una decisión porque “lo dijo la máquina”. Como mostró Milgram, delegar en una autoridad externa debilita nuestro pensamiento crítico. Así, la IA se convierte en un espejo de nuestra ética personal: no reemplaza al ser humano, sino que pone a prueba su capacidad de asumir responsabilidades.

En última instancia, la ética personal no es ni fija ni totalmente determinada por el contexto. Se construye con la experiencia, las tensiones, las influencias y las tomas de conciencia. En un mundo atravesado por presiones sociales, autoridades tecnológicas y normas colectivas, la ética sigue siendo, ante todo, una elección individual. Una trayectoria, más que un estado. Y en ese camino, nuestra capacidad de reflexionar, cuestionar y decidir representa nuestra mayor responsabilidad.

La IA no reemplaza nuestra ética: la pone a prueba, revela sus límites y a veces amplifica sus fallos. Hace más visibles los dilemas morales y el conflicto interno entre las presiones externas y nuestra postura personal. En un mundo donde las decisiones pueden ser tomadas o influenciadas por máquinas, la vigilancia ética se vuelve más necesaria que nunca, no solo para cuestionar los algoritmos, sino también para preservar nuestra responsabilidad y nuestro poder de decisión

En definitiva, la ética no reside en lo que la máquina hace por nosotros, sino en lo que elegimos hacer con ella… o a pesar de ella.

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